jueves, 28 de julio de 2011

La superficialidad de lo nuevo

Mi detergente no hace mucha espuma. Cuando recién lo compro le cuesta. Después de un tiempo se hace a la idea que es un detergente, que está en mi cocina y que tiene a su amiga la esponja. Ahí empieza a espumar, como corresponde.

Lo mismo me pasa con las sábanas nuevas. En sus primeras veces están duritas, como tensas. No hay acondicionador que sirva para su contractura. Pero cuando se acostumbran a su libertad y llegan a aceptar que ahora su espacio no se reduce a un envoltorio, entonces ahí se relajan, se vuelven suaves y envolventes y forman un bello matrimonio con el colchón.

Los calzados son otro caso. Ni bien los compro se encarnizan con mis pies. Los llenan de bellas decoraciones rosáceas y dolorosas antes de decidirse a ser felices llevándome a pasear.