Iba pedaleando en su bicicleta por un bosque alfombrado de hojas doradas, rojas, marrones y amarillas todas combinadas de forma hermosa.
Un gato se cruza en el sendero y detiene su andar. La mira fijo a los ojos y le dice: -no podes andar por acá a esta hora- y prosigue apresurado su camino.
La anciana sorprendida por tan insólita advertencia piensa-¿que podría suceder en este lugar tan agradable y sereno? ¡No veo presagio alguno de problema! Pero antes de terminar la frase en su mente un rayo ensordecedor partió la calma del bosque e ilumino todo el cielo. Gotas gigantes y heladas comenzaron a caer de forma copiosa y pronto el sendero se convirtió en un arroyo que la arrastró con fuerza.
En medio de la corriente vio pequeños animales junto a ella. Intentó hablarles pero fue en vano. Era obvio que no contaban con la cualidad del gato.
La intensidad con la que el agua fluía aumento hasta que se precipito de forma abrupta y cayo en una cascada interminable. Espuma y vapor la rodeaban. Estaba empapada.
Había dejado de llover y un olor a sándalo la envolvía junto con un calor que la seco. Miro a su alrededor y vio el humo del sahumerio sancochado por un sol tibio que invadía el cuarto cerrado por cristales que resguardaban del viento invernal. Un paisaje ideal para soñar despierto.
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