miércoles, 4 de junio de 2008

Se levanto una mañana...

Un día de humedad y una pequeña cicatriz en el corazón la hacen recordar.
Suspiraba añoranzas de un amor desafortunado, del cual sabia que tenia que salir, pero a veces esas cosas cuestan. Y ¿entonces? Recuerda un corto que se repitió varias veces. Una canción de fondo, la del final de una película, que se prolongaba indefinidamente en el tiempo como si ascendiera por una tangente. El estremecimiento de su panza al sentir el primer contacto con la mano de él. Mañanas de mates amargos y galletitas con queso blanco, con la luz del sol encandilándole los ojos. Mediodias bailando rock&roll con el dedo gordo de su pie, o sacando hojas secas de las plantas. Alguna tarde de excesivo calor leyéndole un cuento mientras él dormía sobre su vientre. Noches de terraza, algunas tranquilas y otras...no tanto, y la luna siempre compartiendo sus vidas, observando y participando de la poesía implícita. Desde un balcón despidiendo un año y viendo llegar otro con gran éxtasis en el cuerpo y en el alma. Sus palpitaciones al estar dentro de sus brazos observando a las nubes darle paso a la luna llena. Caprichos, desconciertos, llantos.
¿Y como es que llega el desencanto? La vida nos pone en situaciones de las cuales salimos, al igual que entramos, de formas inesperadas, piensa. Y trata de pensar en otras cosas y distraer su mente, y así es como llega a este punto en que decide escribir pero, oh casualidad, vuelve al punto de partida y queda encerrada en una cinta de moebius (superficie con un solo lado y un solo componente de contorno que tiene la propiedad matemática de ser un objeto no orientable). Y en ese punto en que se encuentra nuevamente comenzará a recorrer la distancia que la separa del punto de partida que es en realidad ninguna, ya que se encuentra en él.
Pero entonces podría decirse que mas que en una cinta de moebius se encuentra en una espiral ascendente (lo que es bastante mas alentador), ya que vuelve a pasar por el punto de partida pero desde un lugar distinto cada vez. Digamos que va evolucionando, no se sabe hacia donde, pero evoluciona y eso es lo importante, al menos en estos casos.
Y así pasaban sus horas y sus días. Sus mañanas, sus tardes y sus noches. Con la certeza de que en poco tiempo todo sería un recuerdo o quizá ni siquiera eso. Sabiendo que ahí afuera, en algún lugar, la espera el amor, otro amor, que no muera en desencanto, que se retroalimente y crezca, que sea sano, claro y próspero, como lo es el verdadero amor.
El tiempo va pasando y todo se va aplacando, pero no por el paso del tiempo, no, se aplaca como se aplaca la arena de la playa cuando el viento deja de jugar con ella. Porque para que haya baile tiene que haber 2 elementos y 2 voluntades. Y ya no, ya no hay, solo quedan 2 elementos pero sin voluntades.

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